
Por Salvatore Brienza
Hace 31 años, un 17 de noviembre de 1994, crucé "el umbral" hacia ese mundo misterioso del cual Pitágoras habla diciendo: "Existe una estirpe divina entre los mortales, de la cual si llegas a formar parte, conocerás los secretos del universo".
Con luces y sombras, esta "Milenaria Sociedad Iniciática" continuadora de muchos Misterios Antiguos, Divinos y Mortales, va ganando adeptos y encantándonos con sus Ritos y Rituales.
El pasado 27 de noviembre, en nuestra R\V\C\ Dr. José Gaspar R. de Francia, exaltamos al Sublime Grado de Maestro Masón a nuestro B\ Pr\ Giuseppe Di Stefano. Esta ceremonia inicia una nueva etapa en el Rito Forestal Carbonario, porque nos ayuda a delinear nuevos caminos a transitar mirando el futuro que nos espera y que lo haremos con Perseverancia, Fuerza y el Coraje necesarios para llegar a los objetivos trazados. "Una vez que se ha visto la Luz, no se puede vivir sin ella" dice el Forastero, que busca el Templo Místico.
El pasado 30 de noviembre por recomendación del G\M\ de la Gran Logia Nacional de Paraguay, fuimos convocados por el Supremo Consejo del Grado 9
del Rito Nacional Paraguayo para trabajar en los grados Filosóficos con el I\ P\ H\ O. Aquino. 33° (Anubis)
 |
| Preparación para el Gran Rito |
Personalmente, fue todo un desafío ya que este 2025 marca el reinicio de las actividades carbonarias en la Floresta Negra luego de un periodo de silencio, y ser invitado a apoyar con nuestro trabajo y presencia a organizaciones Masónicas Fraternas constituye un Reconocimiento a nuestra trayectoria en el Valle.
Esta nueva etapa, para nosotros los miembros del Rito Forestal Carbonario desafiante en muchos aspectos.
"Reunir lo disperso"
Esta nueva etapa se presenta exigente para quienes integramos el Rito Forestal Carbonario. El primer deber que se impone es reunir lo disperso, volver a encender los fuegos apagados y reagrupar a los obreros alrededor del Hogar común.
Vivimos una época marcada por la velocidad virtual, donde la palabra se adelanta al pensamiento, la reacción reemplaza a la reflexión y la inmediatez amenaza con vaciar de contenido aquello que, por naturaleza, requiere silencio, maduración y método.
La Masonería —iniciática, simbólica y tradicional— nunca fue hija de la prisa. Por el contrario, se edifica en el tiempo lento del trabajo interior, en la paciencia del pulimento de la madera bruta y en la tolerancia activa hacia la diversidad de miradas que enriquecen la Obra común. Por ello, reunir lo disperso es un trabajo incesante y al mismo tiempo, exigente.
El trabajo de aquel que asume el papel de Autoridad Masónica no se funda en la imposición ni en la visibilidad constante, sino en el ejemplo silencioso, en la coherencia entre palabra y obra, y en la fidelidad a los principios que nos preceden y nos trascienden.
 |
| Escuadra, Compás y Navaja de Podar |
En un contexto donde "lo virtual acelera los vínculos pero debilita los lazos", el desafío es sostener la Fraternidad real, vivida y trabajada.
La tolerancia masónica no es indiferencia ni relativismo: es la capacidad de reconocer al otro como obrero legítimo del Templo, aun cuando su marcha no coincida con la nuestra.
Hoy más que nunca, quien conduce debe saber detenerse, escuchar y discernir. Debe resistir la tentación de responder a toda provocación y recordar que el verdadero poder masónico se manifiesta en la capacidad de unir, ordenar y armonizar. La velocidad del mundo no puede dictar el ritmo de la Iniciación.
Conducir una Potencia Masónica en estos tiempos es asumir el deber de proteger el método iniciático frente al ruido, de preservar el respeto frente a la intolerancia y de reafirmar que la Masonería no se vive en la superficie de lo virtual, sino en la profundidad del compromiso, del trabajo constante y del silencio fecundo.
"Quien trabaja merece salario"
Conducir una Potencia Masónica implica, ante todo, custodiar la Tradición sin convertirla en un dogma muerto, y al mismo tiempo, orientar a los BB\ PPr\ (HH\) sin ceder a las modas pasajeras ni a la lógica profana de las redes y los aplausos inmediatos.
Conducir es también saber discernir entre presencia y trabajo real. La Masonería no se sostiene en los nombres ni en las adhesiones circunstanciales, sino en el esfuerzo constante de quienes asumen el deber de edificar. El salario —material, simbólico o espiritual— pertenece a quienes trabajan, a quienes sostienen la Obra incluso en los períodos de silencio, incomprensión o escasez.
Porque solo una Potencia carbonaria que sabe Reunir lo disperso, Vigilar el Fuego, Ordenar la Floresta y Reconocer a los verdaderos obreros, podrá atravesar esta época sin perder la Luz que guía, el Silencio que enseña y el Trabajo que da sentido a nuestra Obra.
 |
ETAPAS DEL OPUS MAGNUM Nigredo (negror o ennegrecimiento) Albedo (blancura o blanqueamiento) Citrinitas (amarillez o amarilleamiento) Rubedo (rojez o enrojecimiento)
|
“Que vuelva a la Oscuridad, quien no arde con nosotros.”
Esta afirmación iniciática, severa y justa, nace en el corazón de la Floresta Negra. Esta expresión no es una condena ni un gesto de exclusión profana. Arder no significa consumir al otro, sino ofrecerse en sacrificio al Fuego del Trabajo, aceptar la transformación y sostener la Obra común sin reservas ni simulaciones.
Quien no arde es quien se acerca al Fuego solo para calentarse, pero no para alimentarlo. Es aquel que observa sin comprometerse, que toma sin devolver, que permanece en la forma sin asumir la esencia. En la Vía carbonaria, la Luz no se mendiga ni se hereda: se conquista trabajando, vigilando el Fuego y aceptando en el Silencio.
La Oscuridad a la que se regresa no es castigo, sino estado natural de quien aún no está dispuesto a transformarse. Transformarse es aceptar, primeramente, el Nigredo. Por eso nadie es expulsado del Bosque Simbólico: simplemente cada cual decide ocupar el lugar que le corresponde a su grado de conciencia y a su voluntad de arder.
El Fuego no rechaza; revela. Arder con nosotros es aceptar la disciplina del trabajo, la lentitud del Proceso, la poda necesaria y la renuncia al aplauso. Es comprender que solo quien se consume en la Obra puede, finalmente, iluminar.
Por eso, en la Floresta, la exigencia es clara y fraterna: quien no arde, no puede permanecer junto al Fuego. Porque el Carbón verdadero no nace de la tibieza, sino de la entrega total al Fuego justo, y solo así la Luz puede sostenerse sin apagarse.
 |
Trabajos Filosóficos en el Supremo Consejo Grado 9 del Rito Nacional Paraguayo |
Conclusión
Al concluir esta reflexión, queda claro que el camino del Rito Forestal Carbonario no es para quienes se apresuran, ni para quienes buscan la forma sin el espíritu. Es un sendero de Fuego vigilado, de Floresta ordenada y de Trabajo silencioso que modela continuamente el interior del hombre. El llamado a reunir lo disperso, vigilar el Fuego y reconocer a los verdaderos obreros no es solo una tarea del presente, sino una responsabilidad hacia el porvenir.
En medio de un mundo veloz, ruidoso y con escasa paciencia, la verdadera fortaleza de una Potencia Masónica -y en particular de nuestro Rito Forestal Carbonario- reside en su capacidad de permanecer fiel al Método, a la Tradición y al Espíritu del Trabajo.
La Luz que nos guía no es exterior, sino interior; el Silencio que enseña no es debilidad, sino profundidad; y el Trabajo es la única prueba de la verdadera dignidad.
La Floresta no es para todos, sino para quienes están dispuestos a ofrecerse al Fuego del Trabajo. Aquí, el salario no se concede: se conquista; y permanecer junto al Fuego no es un derecho, sino el fruto de un ardor auténtico.
"Nuestra Obra continuará en el 2026, no como un recuerdo del pasado, sino como un Fuego vivo que ilumine el sendero de quienes vendrán, mientras existan Iniciados dispuestos a trabajar, a guardar silencio y a arder con nosotros."
¡¡¡Salute e Fratellanza!!!