En la fragua de nuestras Sesiones hemos trabajado con humildad, descortezando el tronco o cincelando la piedra bruta de nuestras pasiones, domando el ego, enfrentando los vicios, en silencio y perseverancia. Pero llega el momento de dar un paso más, un paso firme y consciente: hemos entrado en la etapa del “Quien trabaja, merece salario”.
Este salario no es oro ni riquezas del mundo material. Es mucho más noble y eterno. Es el fruto del crecimiento espiritual, del esfuerzo constante por ser mejores mujeres y hombres, mejores ciudadanos, mejores Buenos Primos. Es el salario de la conciencia que se despierta, del alma que se eleva, del espíritu que se refina. Y en ese sentido, sólo quien trabaja verdaderamente —quien construye el templo interior con paciencia, quien no teme al dolor ni a la duda— puede recibir ese salario simbólico que es el conocimiento, la luz y la paz interior.
El crecimiento espiritual y humano, tan anhelado por nosotros, no es un regalo ni un accidente. Es una conquista diaria. Requiere PERSEVERANCIA en la búsqueda del conocimiento, disciplina del corazón y apertura del entendimiento. La masonería —y de forma aún más íntima, más nuestra, la Venerable Orden del Rito Masónico Forestal Carbonario— no es un destino, sino un camino. Un camino lleno de signos, símbolos y pruebas que sólo pueden ser comprendidos por quienes aman el silencio, la meditación, el estudio y participan, activamente, de sus sesiones.
Los Carbonarios, desde tiempos antiguos, han sembrado esperanza en los momentos más oscuros de la historia. Desde los márgenes de esta historia oficial, en los rincones secretos del bosque, "bajo la sombra del Frondoso Árbol de la Vida y fatal para los Traidores y Perjuros", han protegido la llama de la LIBERTAD cuando el viento de la tiranía soplaba con violencia. Han defendido la IGUALDAD cuando las jerarquías injustas pretendían imponerse. Y han elevado el estandarte de la HUMANIDAD, aun cuando el egoísmo y el odio buscaban dividirnos.
En aquellos bosques sagrados, entre raíces y sombras, nuestros antepasados forjaron FRATERNIDAD, tejieron redes de resistencia y cultivaron el espíritu. Y hoy, siguiendo su ejemplo, "nos toca a nosotros ser Guardianes del fuego, Protectores de la luz, Arquitectos del alma".
Por ello, este paso de lo simbólicamente disperso a lo simbólicamente consolidado, desde la búsqueda a la cosecha, no es un final, sino un nuevo comienzo. El trabajo no termina con la reunión de los elementos; comienza con la construcción consciente y elevada. Y en esa construcción, "todo trabajo merece su salario", y cada esfuerzo deja una marca en el templo invisible del Espíritu.
Pidamos que nuestra constancia no decaiga, que el entusiasmo se mantenga encendido como brasas vivas en nuestro corazón, y que sigamos creando espacios de interacción, de sabiduría compartida y de reflexión fraterna. Que seamos dignos "Herederos del Bosque y del Puñal", del símbolo y de la acción, del conocimiento y del amor.
I∴P∴H∴ B∴ Pr∴ Salvatore Brienza, 33∴
Bosque de la Libertad, 18 de julio del año de la Luz 6025
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