QUIEN TRABAJA, MERECE SALARIO

Hoy nos encontramos ante una encrucijada simbólica y espiritual, un punto de inflexión dentro de nuestro andar por el Arte Real. Hemos recorrido el arduo sendero de “Reunir lo disperso”, tarea fundamental de todo Buen Primo Carbonario, tarea que implica mucho más que la simple recolección de elementos separados: implica recomponer lo fragmentado en nosotros mismos, integrar nuestras sombras, dar sentido a lo que fue confundido o negado por el mundo profano.

En la fragua de nuestras Sesiones hemos trabajado con humildad, descortezando el tronco o cincelando la piedra bruta de nuestras pasiones, domando el ego, enfrentando los vicios, en silencio y perseverancia. Pero llega el momento de dar un paso más, un paso firme y consciente: hemos entrado en la etapa del “Quien trabaja, merece salario”.

Este salario no es oro ni riquezas del mundo material. Es mucho más noble y eterno. Es el fruto del crecimiento espiritual, del esfuerzo constante por ser mejores mujeres y hombres, mejores ciudadanos, mejores Buenos Primos. Es el salario de la conciencia que se despierta, del alma que se eleva, del espíritu que se refina. Y en ese sentido, sólo quien trabaja verdaderamente —quien construye el templo interior con paciencia, quien no teme al dolor ni a la duda— puede recibir ese salario simbólico que es el conocimiento, la luz y la paz interior.

QUIEN TRABAJA, MERECE SALARIO

Hoy nos encontramos ante una encrucijada simbólica y espiritual, un punto de inflexión dentro de nuestro andar por el Arte Real. Hemos recor...